Décimo descubrimiento: «No tengas miedo de ser la persona en la que te has convertido»

Aquí os dejo con uno de los capítulos de «El mundo amarillo», uno de los capítulos que para mí resaltaron frente a los demás. Para aquél que no sepa nada sobre este libro, os dejo un un pequeño escrito sobre su argumento:

El mundo amarillo es un mundo fantástico que quiero compartir contigo. Es el mundo de los descubrimientos que hice durante diez años que estuve enfermo de cáncer. Es curioso, pero la fuerza, la vitalidad y los hallazgos que haces cuando estás enfermo sirven también cuando estás bien, en el día a día. […]

Albert Espinosa, El mundo amarillo 

Mi médico siempre me decía que él deseaba lo mejor para mí, pero a veces, lo que parecía mejor resultaba que no lo era. Es complicado saber cómo reaccionará el cuerpo humano a una medicina, a una terapia o a una operación. Pero me pedía que sobre todo confiara en él, y recalcaba: yo siempre he creído que si mi «yo» del pasado tomó esa decisión era porque creía en ella (tu yo del pasado eres tú mismo unos años, meses o días más joven). Respeta a tu yo anterior.

Sin duda, era un gran consejo. Aunque quizá en aquel preciso momento no lo valoré como tal. Estaba a punto de operarme y yo esperaba que su yo de ese momento no se equivocara.

Cuando salí del hospital, reflexioné sobre esas palabras. Era un buen descubrimiento y ya no sólo para la vida médica sino para todo. Solemos creer que erramos decisiones; es como si pensáramos que ahora somos más listos que antes, como si tu yo del pasado no hubiera valorado todos los pros y los contras.

Desde que aquel médico me habló de ello, yo siempre he creído en mi yo del pasado. Hasta creo que es más inteligente que mi yo del futuro. Así que cuando a veces tomo una decisión equivocada no me enfado, pienso que la tomé yo mismo y que fue meditada y pensada (eso sí, intento siempre pensar y meditar las decisiones).

No hay que desanimarse por las decisiones equivocadas que uno toma. Debes confiar en tu yo antiguo. Ciertamente tu yo con quince años pudo equivocarse por no estudiar aquella asignatura o tu yo de veintitrés por ir a aquel viaje o tu yo de veintisiete por aceptar aquel trabajo. Pero fuiste tú quien las tomó y seguramente dedicaste un tiempo en tomar la decisión. ¿Por qué crees que ahora tienes derecho a juzgar lo que él (tu yo antiguo) decidió? Acepta quien eres, no tengas miedo de ser la persona en quien te has convertido con tus decisiones.

Las malas decisiones curten, las malas decisiones, dentro de un tiempo, serán buenas decisiones. Acepta eso y serás muy feliz en la vida y, sobre todo, contigo mismo.

Mi médico se equivocó tres o cuatro veces. Jamás le eché nada en cara porque supe que su error no provenía de una falta de profesionalidad o de experiencia. Para errar hay que arriesgarse; lo de menos es el resultado.

Estoy seguro de que si reuniésemos a tu yo de ocho años, al de quince y al de treinta no pensarían igual en casi nada y podrían defender cada una de las decisiones que tomaron. Me encanta fiarme de mi yo joven, me encanta vivir con el resultado de las decisiones que tomó.

Tengo una cicatriz enorme en el hígado a causa de una operación que no sirvió de nada porque al final no tenía nada, pero mi médico creía que tenía cáncer y si no me operaban moriría. Esa cicatriz hace que me sienta orgulloso, me hace sentir cosas muy variadas cuando la veo. Todo lo que sea un torrente de emociones es positivo, muy positivo.

Así que:

1. Analiza las decisiones que crees que fueron equivocadas.
2. Recuerda quién las tomó. Si fuiste tú, recuerda que tus razones tenías. No te creas más listo que tu yo del pasado.
3. Respétalas y convive con ellas.
4. En un 80% eres consecuencia de tus decisiones. Quiérete por el resultado de lo que eres. Quiérete porque en eso es en lo que te has convertido.
5. Y sobre todo reconoce que a veces te equivocas. Y ese 20 % de equivocaciones tienes que reconocerlas y aceptarlas.

Como me decía aquel médico: «Reconocer» es la palabra clave. Debes reconocerte a ti mismo, reconocer cómo eres y reconocer la culpa.

En el hospital nos enseñaron a aceptar que podíamos equivocarnos. Mi médico a veces se equivocaba y siempre aceptó la culpa. El mundo iría mejor si aceptáramos que nos equivocamos, que hemos errado, que no somos perfectos. Mucha gente intenta buscar una excusa a su equivocación, buscar otro culpable, quitarse el muerto de encima, lo que no conocen es el goce de aceptar la culpa. Un goce que tiene que ver con saber que has tomado una decisión equivocada y que lo admites.

Me encantaría ver juicios en los que la gente aceptara la culpa, conductores a quienes pararan y que reconocieran que iban a más velocidad de la permitida.

Es importante que reconozcamos que nos equivocamos para así tomar conciencia de adonde están los errores y no cometerlos más. Quizá muchos tienen miedo al castigo que esto puede suponer, pero el castigo es lo de menos, lo único importante es dar a nuestro cerebro los items correctos.

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