Viaje en tren.

Sentado, en el tren, viendo como hora tras hora, dejas todo el mundo atrás.
Solo, estás viajando hacia un lugar que ni tú conoces.
Observas, con la mirada perdida todas las montañas, carreteras y riachuelos que pasas.
No pierdes detalle, lo observas todo, pero tu mente no recibe ninguna señal.

Todos los días, estás sentado en el mismo lugar,
Y ninguno de esos días tienes compañía.
Igualmente, no te sientes solo, simplemente, te sientes desconectado.

Día tras día, paisajes cambian en tu vista,
Pasas por sitios nuevos y las puertas se abren una y otra vez para que bajes en una de esas paradas.

Resignado, sigues sentado en ese asiento tan incómodo,
Y no te das cuenta que cada vez te alejas más de tu lugar de origen.
Cada vez estás más alejado, y cada vez será mayor el esfuerzo para volver.

Las semanas pasan, y tú solo ves que amanece, que anochece y que los paisajes pasan una y otra vez, como una película que has visto muchísimas veces.
Los meses pasan y cada vez piensas menos y sabes que tu última oportunidad está cerca, pero no conoces su cara.

Antes de cumplir el año, el revisor pasa y te dice lo siguiente:

Su billete ha caducado señor. Deberá usted pagar el importe adecuado o bajarse en esta parada dónde la civilización más cercana se encuentra a 20 paradas de tren más allá.

De golpe, dejas de mirar por la ventana, dejas de tener tu mirada perdida y diriges una pequeña mirada hacia el revisor y es tal como lo imaginabas: regordete, con bigote, vestido con un traje negro y algunos adornos dorados en las mangas.

La pega es que te das cuenta que apenas has hablado en todo este tiempo.
Te das cuenta que no sabes qué decirle al revisor.
No sabes si llevas dinero, y tampoco sabes a dónde quieres ir para hacer tu pago de billete.

El revisor, extrañado, intenta hablarte en varios idiomas, sin resultado alguno. Así pues te coge de la mano para poderte levantar del asiento y te dice:

Perdóneme, sé que es usted un buen hombre, pero como bien sabe, debo cumplir con mi faena, porque bien sabe usted cómo está el trabajo en este país. Sé también que habla mi idioma, y sé que ha llegado hasta aquí por innumerables errores. Pero sepa usted que aunque lo más importante esté 20 paradas más allá usted llegará si abre de alguna manera sus ojos.

Usted pensará que no soy nadie para hablar sobre lo que debe usted hacer o no hacer, pensará seguramente que es suficientemente grande, pero sepa que llevo 25 años trabajando en este mismo vagón, y aunque no viene mucha gente como usted, he lidiado con gente y cosas muy parecidas.

La mayoría de nosotros podemos sentarnos en un vagón mirando por la ventana, día tras día, mes tras mes, año tras año pero… ¿Sabe usted la cantidad de cosas que se va a perder? Sé que ha perdido objetos muy valiosos por el camino, pero bien debe saber que alguna vez volverán a sus manos, porque esos objetos siempre serán suyos.

Usted decide qué hacer, pero sepa que en el vagón ya no tiene espacio, aunque vaya vacío. Baje ahora mismo e intente entender mis palabras. Si no las entiende, no siga caminando, y sobre todo, deje de luchar e intente dejar de respirar, seguramente se hace un favor.

Pero como bien he dicho, creo que es un buen hombre, y lo que conlleva a eso es que debe ser mínimamente inteligente. ¿Sabe usted lo aburridos que son los viajes en tren? ¿Verdad que sí? ¿Qué hace usted aquí? Por favor, vuelva allá donde su corazón vuelva a latir, vuelva a caminar, a correr, a enamorarse, a disfrutar, a conocer, a saborear, vuelvaVuelva de nuevo a la vida.

Y las puertas del vagón se cerraron.

Tú estás fuera.

Ahora, tú decides.

Comentario del autor: A veces, escribir se convierte en una de las cosas más complicadas en este mundo, y no solo eso, sino que lo más complicado es hacerte entender. Este texto no refleja más que unos sentimientos ya repetidos en otros textos. De vosotros depende viajar en ese tren, pero que sepáis que si eso es lo que queréis, mejor que hagáis caso al revisor y dejéis de respirar.

Por muy lejos que esté nuestro nuevo destino, no debemos dejar que elementos ajenos a nosotros, o elementos de nosotros mismos nos deterioren y provoquen nuestra rendición o nuestro deterioramiento.

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